El fin del mundo de las drogas
JMS Guitián
Editorial Kolima
Se llevó el dedo pulgar de la mano izquierda a los labios y mordió la uña, pero sin arrancarla, como un roedor que prueba la dureza de una nuez verde y la abandona; luego se mesó el cabello claro y lacio, y se tiró del lóbulo de su oreja. Todo un conjunto de tics nerviosos que repetía una y otra vez delante de sus dos pantallas de quince pulgadas mientras trabajaba, o cuando se quedaba quieto comprobando los detalles. eran tres desórdenes nerviosos seguidos con los que el cuerpo se movía repetidamente, rápido y sin control. Morderse las uñas, tocarse el pelo y tirarse de la oreja, algo normal por separado, pero tres tics que juntos se habían convertido en un rasgo de su ser. Este desorden transitorio nervioso afectaba a Julián desde hacía por lo menos dos años, pero ahora se le estaba acentuando. él apenas se daba cuenta y lo achacaba al estrés cuando se lo comentaba Anthony, su compañero, quien había calculado que la repetición de ese bucle espasmódico alcanzaba ya las cien veces al día.