viernes, 2 de octubre de 2020

El vínculo que nos une



El vínculo que nos une
Hugo Egido
Editorial Kolima




Esta novela reflexiona sobre los arquetipos y los modelos a seguir que la propia modernidad crea. Modelos basados en la superficialidad en las relaciones y los sentimientos, la caducidad de las creencias. Un paradigma alimentado en el consumo masivo, el materialismo, el egocentrismo y la atomización del individuo. Un ser humano que se siente aplastado por el devenir, por la rapidez en la que se materializan y evaporan las noticias, por la evanescencia de los compromisos y de los lazos de solidaridad que construimos. Todos somos clientes y potenciales consumidores de la nada. Y esa “nadería” es la que nos sirve, en muchos casos, como referente de éxito social.

Frente a esta desolación existe una oportunidad, “entender el sentido profundo de lo que hacemos, confiriendo sentido a nuestra propia vida”. Siguiendo el pensamiento de Viktor Frankl, los lectores de esta novela acompañarán en un viaje de búsqueda a su protagonista, Paula Blanco, en su deseo de entender que los sentimientos puede que nos hagan vulnerables, pero sin duda nos hacen más humanos.


Paula Blanco, ejecutiva de las altas finanzas internacionales, ve interrumpida su planificada y exitosa vida por un acontecimiento inesperado que la descoloca personal y profesionalmente.
A partir de ese momento, Paula tendrá que enfrentarse al mayor desafío de su vida: su propio vacío existencial. Y así, emprenderá un viaje de descubrimiento de sus propias emociones y demonios, que la llevará a adentrarse en el corazón de las tinieblas para recuperar el sentido de su vida.

A veces la vida nos pone un espejo delante, pero solo algunos tienen la valentía de mirar dentro de sí mismos y cambiar aquello que no les hace felices.


Así comienza “El vínculo que nos une”:

Lo primero en lo que reparó al entrar en el bar del hotel fue en el bello efecto que producía la luz al filtrarse a través de los imponentes ventanales. Generaba en el espacio un halo de irrealidad que le gustó. Un solícito maître atrajo su atención hacia la sala. Con una indicación de su mano le ofreció pasar a la zona de restauración situada junto a los ventanales que regalaban al comensal una impresionante vista de Tokio.



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