jueves, 5 de agosto de 2021

El destructor del Amazonas

 

El destructor del Amazonas

Alberto Vázquez Figueroa

Editorial Kolima




La genial protagonista de Años de Fuego recorre esta vez el Amazonas en una historia magistral de denuncia escrita por el maestro de la novela de aventuras que ha viajado en persona muchas veces por los escenarios que en ella se describen.

Casi cuatrocientos mil millones de árboles del “pulmón del planeta” arden por la codicia de quienes aspiran a obtener beneficios económicos a corto plazo .

El presidente populista del Brasil, Jair Messias Bolnosaro, ha sido capaz de decir: «Es una lástima que nuestra Caballería no haya sido tan eficaz como la estadounidense, que supo exterminar a los indígenas», alimentando los desmanes de empresarios y políticos que destruyen el Amazonas de manera irreversible.

Alberto Vázquez-Figueroa aporta soluciones originales y sorprendentes para poner fin a una de las mayores catástrofes ecológicas, que está ocurriendo ante la estúpida pasividad de quienes no son conscientes de que están asistiendo a su propia ejecución.


No puedo dejar escapar la oportunidad de enseñaros el principio del capítulo diez, que sin duda refleja lo que encontramos en el resto del libro:

El helicóptero se posó en la explanada del campamento. De él descendió un entorchado coronel con cara de haber pasado uno de los peores vuelos de su vida, y aferrando con fuerza el brazo del teniente Hernando lo condujo sin miramientos al caserón de piedra.

- ¡Escúcheme bien! -casi escupió en cuando hubo tomado asiento dejando que su subordinado permaneciera de pie, firme y sudoroso-. Quiero que me cuente lo que ha pasado, y quiero que me diga la verdad porque a la primera mentira le pego un tiro en los huevos y llamo a otro. -Como para reafirmar sus palabras extrajo su pistola de la funda y la depositó con brusquedad sobre la mesa-. ¡Desembuche!

-¿Y qué quiere que le cuente?


Memorias de Cienfuegos

 

Memorias de Cienfuegos

Alberto Vázquez Figueroa

Editorial Kolima




La Saga Cienfuegos se inició en 1988 con el título que le da nombre: a finales del siglo XV, un joven pastor de la isla de La Gomera, al que llaman Cienfuegos por el color de su cabello, tiene que huir de la isla y poner rumbo a Sevilla. Allí, continuando la escapada, se cuela como polizón en un barco, que resulta ser la Santa María, la nave capitaneada por Cristóbal Colón, y llega finalmente al Nuevo Mundo. Las peripecias de Cienfuegos transcurren a lo largo de varios años, varios países y varios libros.

15 años después del último título, Alberto Vázquez-Figueroa sigue escribiendo y acercándonos a la América de inicios del siglo XVI en plena conquista española a través de las Memorias de Cienfuegos.

El escritor tinerfeño retoma uno de sus personajes favoritos para escribir su octavo libro sobre él: Memorias de Cienfuegos. En este nuevo título, el autor trae a su protagonista a España de nuevo para poner sus asuntos en orden y rendir cuentas nada más y nada menos que ante el propio emperador, Carlos V.

El extraordinario pelirrojo que con mil peripecias recorriera el Nuevo Mundo desde que cruzara el «Océano Tenebroso» embarcado en una de las naves de Cristóbal Colón se ha convertido en el personaje del Viejo Continente que más conocimiento acumula sobre derroteros y sobre un nuevo continente aún desconocido pero del que ya sabe que juega un papel crucial para el futuro de las naciones que se lo disputan.

El «Tratado de Tordesillas», firmado en 1494 entre los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, y que pasará a la posteridad como uno de los más sensatos de la Historia, fijó las reglas de juego entre españoles y portugueses para el reparto de las rutas y derroteros de navegación del nuevo continente, la información más deseada y secreta de la época, con consecuencias inimaginables y definitivas para el curso de los acontecimientos posteriores y de la Historia.

Interrogado por el marqués de Peñagrande, enviado especial de Carlos V, el universal gomero nos transportará con sus memorias a los hitos imprescindibles del descubrimiento de América, su cultura, gente, alimentación, prodigios y peligros en un viaje sin igual y que sin duda representa la obra cumbre de la brillante carrera literaria de Alberto Vázquez-Figueroa.


Así comienza este fantástico reencuentro:

- Permitidme que me presente; me llamo Bernardo Olivar, Marqués de Peñagrande, y os pido disculpas por el retraso. Con semejante diluvio los caminos han quedado intransitables. ¿Cómo os encontráis?

- Muy bien porque imagino que pocos seres humanos de tan humilde cuna y tan escasa fortuna hayan acabado residiendo en un palacio tan fabuloso.

- ¿Y cómo os tratan?

- Como al mismísimo emperador, aunque empiezo a preguntarme si en realidad soy huésped o prisionero.

- Sois huésped porque a los ojos de Su Majestad ninguno de estos cuadros, tapices, fuentes o estatuas, e incluso me atrevería a decir que el conjunto de todos ellos, valen lo que Vos. Únicamente son objetos que tal vez formen parte de la historia, mientras que Vos sois la historia misma.

- ¿Por eso se me vigila a todas horas?

La casa de Okoth

 

LA CASA DE OKOTH

Daniel Chamero Martínez

Editorial Kolima





Una niña nigeriana que en su infancia tuvo que vivir lo que la mayoría ni siquiera podemos imaginar en nuestras más terribles pesadillas.

Un maravilloso viaje de descubrimiento, superación y esperanza a lo largo del continente africano.

Tras una larga sequía, la esperada lluvia llegó a Okuni inesperadamente. Aquí comienza la historia de Okoth

 Daniel Chamero ha escrito una bellísima historia inspirada en dramáticos acontecimientos reales que ocurren todos los días en África. Una historia de denuncia de una de las prácticas más execrables, que todavía subsiste en algunos países, como es la ablación genital femenina que conmoverá al lector por su desgarradora fuerza y ternura.


Así comienza esta emocionante historia:

El 1 de septiembre de 1979, y tras nueve meses de sequía, cayó la primera gota. Días antes, a cientos de kilómetros de allí, sobre el océano Atlántico, el sol calentaba la superficie del mar dando lugar a grandes columnas ascendentes de vapor de agua. Todo ese volumen de agua en estado gaseoso se elevó por medio de corrientes de aire hasta las capas superiores de la atmósfera. allí, a miles de metros de altitud y debido a la menor temperatura existente, el vapor de agua se condensó dando lugar a pequeñas porciones de agua en estado líquido y formando eso a lo que llamamos nubes. el resto lo hizo el azar, la casualidad, o simplemente el viento.