Memorias de Cienfuegos
Alberto Vázquez Figueroa
Editorial Kolima
La Saga Cienfuegos se inició en 1988 con el título que le da nombre: a finales del siglo XV, un joven pastor de la isla de La Gomera, al que llaman Cienfuegos por el color de su cabello, tiene que huir de la isla y poner rumbo a Sevilla. Allí, continuando la escapada, se cuela como polizón en un barco, que resulta ser la Santa María, la nave capitaneada por Cristóbal Colón, y llega finalmente al Nuevo Mundo. Las peripecias de Cienfuegos transcurren a lo largo de varios años, varios países y varios libros.
15 años después del último título, Alberto Vázquez-Figueroa sigue escribiendo y acercándonos a la América de inicios del siglo XVI en plena conquista española a través de las Memorias de Cienfuegos.
El escritor tinerfeño retoma uno de sus personajes favoritos para escribir su octavo libro sobre él: Memorias de Cienfuegos. En este nuevo título, el autor trae a su protagonista a España de nuevo para poner sus asuntos en orden y rendir cuentas nada más y nada menos que ante el propio emperador, Carlos V.
El extraordinario pelirrojo que con mil peripecias recorriera el Nuevo Mundo desde que cruzara el «Océano Tenebroso» embarcado en una de las naves de Cristóbal Colón se ha convertido en el personaje del Viejo Continente que más conocimiento acumula sobre derroteros y sobre un nuevo continente aún desconocido pero del que ya sabe que juega un papel crucial para el futuro de las naciones que se lo disputan.
El «Tratado de Tordesillas», firmado en 1494 entre los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, y que pasará a la posteridad como uno de los más sensatos de la Historia, fijó las reglas de juego entre españoles y portugueses para el reparto de las rutas y derroteros de navegación del nuevo continente, la información más deseada y secreta de la época, con consecuencias inimaginables y definitivas para el curso de los acontecimientos posteriores y de la Historia.
Interrogado por el marqués de Peñagrande, enviado especial de Carlos V, el universal gomero nos transportará con sus memorias a los hitos imprescindibles del descubrimiento de América, su cultura, gente, alimentación, prodigios y peligros en un viaje sin igual y que sin duda representa la obra cumbre de la brillante carrera literaria de Alberto Vázquez-Figueroa.
Así comienza este fantástico reencuentro:
- Permitidme que me presente; me llamo Bernardo Olivar, Marqués de Peñagrande, y os pido disculpas por el retraso. Con semejante diluvio los caminos han quedado intransitables. ¿Cómo os encontráis?
- Muy bien porque imagino que pocos seres humanos de tan humilde cuna y tan escasa fortuna hayan acabado residiendo en un palacio tan fabuloso.
- ¿Y cómo os tratan?
- Como al mismísimo emperador, aunque empiezo a preguntarme si en realidad soy huésped o prisionero.
- Sois huésped porque a los ojos de Su Majestad ninguno de estos cuadros, tapices, fuentes o estatuas, e incluso me atrevería a decir que el conjunto de todos ellos, valen lo que Vos. Únicamente son objetos que tal vez formen parte de la historia, mientras que Vos sois la historia misma.
- ¿Por eso se me vigila a todas horas?
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