jueves, 18 de enero de 2018

Kanada


Kanada
Juan Gómez Bárcena
Editorial Sexto Piso





¿Alguna vez habías leído una novela en la que el protagonista eres tú? Así es en la obra Kanada, segunda novela de Juan Gómez Bárcena, publicada por la Editorial Sexto Piso.


El protagonista eres tú, un personaje que huye de todos los tópicos si de lo que hablamos es de obras acerca de la gran tragedia del Holocausto. Conocemos una amplia mayoría de obras narran este hecho histórico desde una perspectiva cronológica, el Holocausto contado casi exclusivamente desde el principio al final, pero aquí el autor decide comenzar la historia cuando este termina.


¿Qué pasa cuando se vive una catástrofe de tal magnitud? ¿Se puede volver a ser la misma persona que antes? ¿Acaso hay un punto al que poder volver? El narrador en segunda persona construye un artefacto literario marcado por una dimensión fundamental, a saber, el tiempo: eje, fundamento y razón de ser de esta novela.

Con unos personajes etéreos y sin nombre (el Vecino, la Esposa, la Niña, el Patrón…), la vuelta a casa del protagonista se vuelve algo vacío, un sinsentido. Un retorno marcado por la pobreza, la impotencia y un silencio ensordecedor.

Lejos de volver a ser quien eras, has vuelto siendo una sombra, una silueta que poco a poco se recluye en sí misma y convierte el espacio a su alrededor en una galaxia infinita imposible de recorrer de un punto a otro. La casa se cierra sobre ti y al mismo tiempo se expande de forma que apenas alcanzas a ver el final del pasillo, mucho menos atravesarlo. 

Dentro de este realismo desgarador, el personaje principal deja de contar los días, las horas e incluso los años. Su temporalidad se difumina en el mismo espacio al que ha vuelto para intentar recuperarla y pierde la percepción temporal de lo que ocurre a su alrededor.

Para terminar, os dejo una pequeña cita del arranque del libro. Desgarradora, brutal por su propia fuerza, por la verdad que tras las palabras se esconde:

Tu casa sigue en pie. Tenías la esperanza de que se hubiera venido abajo. Tal vez esperanza no sea la palabra apropiada, pero si no es ésa entonces cuál. Tenías, eso sí puedes decirlo, la certeza de que tu casa ya no estaba y al mismo tiempo la certeza de que eso no importaba en absoluto. Simplemente doblarías la esquina y no encontrarías nada

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